"SOMOS ENANOS EN HOMBROS DE GIGANTES" (Bernardo de Chartres - S. XII)

miércoles, 26 de octubre de 2011

Gertrudis, la institutriz afortunada. Cuento de Stephen Leacock.

Después de muchos años, volví a la Biblioteca Pública Piloto. Quedé gratamente sorprendido de lo cambiada que estaba. Fui con mi hijo y estuvimos recorriendo sus anaqueles llenos de libros.   

Encontré un libro que leí hace unos 20 o 25 años: Antología de humoristas ingleses contemporáneos.  (Monigote de papel. Barcelona. 1952. 2da. edición. 257 páginas. Traducción y selección Simón Santaines.)  Me dio tristeza ver que dicho libro lleva mas de diez años sin ser prestado. Muchas de sus páginas están rotas. De  uno de sus autores, Stephen Leacock les traigo el siguiente cuento que como dirían en mi tierra, es una completa mamadera de gallo.  Hace una burla muy inglesa de las novelas rosas del siglo XIX



GERTRUDIS, LA INSTITUTRIZ AFORTUNADA


Aquella noche, en la costa occidental de Escocia, la tempestad hacía estragos. Por lo demás, esto no afecta para nada a la historia que sigue, porque el lugar de la acción no es precisamente la costa occidental de Escocia. Pero el tiempo era también malísimo en la costa oriental de Irlanda.


No importa. La escena de este relato se encuentra al sur de Inglaterra, y más concretamente en Knotacentinum Towers (pronuncien: Nosham Taws), propiedad de Lord Knotacent (pronuncien: Nosh). Aunque no es necesario pronunciar estos nombres al leerlos.

Nosham Taws era el prototipo de las mansiones inglesas. La parte principal del castillo estaba construida de ladrillos estilo Elisabeth, mientras que la parte más antigua, de la que el conde estaba particularmente orgulloso, mostraba los contornos de un castillo normando, al que se había agregado una prisión y un asilo de huérfanos. Alrededor del edificio se extendían bosques de encinas y de olmos seculares y cerca de los muros se veían macizos de frambuesa y alfombras de geranios plantados por los cruzados.

El aire que rodeaba aquella noble mansión vibraba con el susurro de las lechuzas, el lamento de las perdices y el armonioso y dulce respirar de las cornejas, mientras que ciervos, antílopes y otros cuadrúpedos retozaban por la pradera. Aquella era, en suma, una verdadera casa de fieras.

Lord Nosh se hallaba de pie ante la chimenea de la biblioteca. Aunque diplomático experto y hombre de Estado íntegro su rostro aristocrático y severo estaba alterado por el furor.

-Hijo mío –dijo a su descendiente-, te casarás con esa mujer; si no, te desheredaré. ¡Dejarás de ser mi sucesor!
El joven Lord Ronald respondió a su padre con una mirada henchida de igual hostilidad.
-¡Yo también te reto! –dijo-. A partir de hoy ya no eres mi padre. Voy a proporcionarme otro. Sólo me casaré con la mujer que ame. Esa muchacha a la que no he visto nunca.
-¡Imbécil! –murmuró el conde-. Comprometes nuestra fortuna y nuestro apellido que tiene dos mil años de existencia. Además, me han dicho que esa muchacha es muy hermosa. Su tía consiente. Son de origen francés…
-Pero, ¿cuáles son tus razones, papá?
-No te las daré. Escúchame, Ronald: te concedo un mes. Continuarás aquí, y si al cabo de un mes sigues negándote, te suprimiré la manutención.

Lord Ronald no respondió nada. Se precipitó fuera de la habitación. Se lanzó sobre su caballo y desaparecido en una dirección desconocida.
Cuando la puerta de la biblioteca se cerró tras Ronald, el conde se recostó en un diván. Su rostro cambió. Ya no fue el del activo aristócrata, sino el del criminal acosado.
-Es preciso que se case con esa mujer –murmuró-. Pronto ella lo sabrá todo. Touchmoilsky se ha escapado de Liberia. Está al tanto y hablará. Las minas serán propiedad suya; estas tierras también, y yo… Pero, ¡basta ya!

Se levantó, abrió una alacena, bebió un gran vaso de gin y de bitter y tornóse de nuevo en el perfecto gentleman británico.

-Entretanto, un cochecito conducido por un groom que llevaba la librea de los condes de Nosh, entraba en la avenida de Nosham Taws. Al lado del doméstico iba sentada una muchacha. Llevaba un sombrero en forma de pagoda, sobrecargado de flores y lazos negros que velaban un rostro tan semejante a una luna llena, que un astrónomo se hubiera equivocado. Era -¿habrá que decirlo?– la joven Gertrudis, que aquel mismo día debía entrar en funciones en Nosham Taws.

En el momento en que el cochecito entraba en la avenida por uno de los extremos, se hubiera podido ver, penetrando a caballo por el otro extremo, a un doncel cuya faz larga y aristocrática revelaba su muy alto nacimiento, y que montaba un “pura sangre”, cuya cabeza era aun más larga que la suya.
¿Quién era, pues, aquel joven que avanzaba hacia Gertrudis a cada paso de su caballo, mientras que la muchacha se acercaba asimismo a él? ¿Quién, vamos, quién? Yo me pregunto si mis lectores habrían adivinado que este jinete no era otro que Lord Ronald. Ambos estaban destinados a encontrarse. Helos aquí, aproximándose el uno al otro. Más cerca… Más aún… ya se cruzan. Al pasar, Gertrudis levanta la cabeza y clava en el aristocrático mancebo dos pupilas refulgentes como soles, mientras que Lord Ronald lanza hacia los ocupantes del cochecito una mirada que delata su violenta emoción.


¿Era el despertar del amor?
Esperemos.

Hablemos más bien de Gertrudis. Gertrudis de Mongmorencei Mac Figgin no había conocido a su padre ni a su madre. Ambos habían muerto mucho antes de que ella naciese. De su madre sabía únicamente que era francesa, extraordinariamente hermosa, y que todos sus antepasados, hasta sus amistades de playa y sus proveedores, habían perecido durante la revolución.
Sin embargo, Gertrudis veneraba la memoria de sus padres. Sobre su pecho llevaba el medallón que contenía una miniatura de su madre, mientras que de su cuello colgaba un daguerrotipo de su padre. Llevaba también un retrato de su abuela en la manga, había introducido en sus zapatos los retratos de sus primos, mientras que bajo su… Pero basta. No continuemos.


Gertrudis no sabía nada de su padre, sino que como gentleman inglés había viajado a través del mundo. Legó a Gertrudis una gramática rusa, un vocabulario rumano, una piedra falsa y una obra erudita sobre minería.
Desde su más tierna infancia, Gertrudis fue educada por su tía, que la habían instruido según los principios cristianos, y, para mayor seguridad, según los mahometanos, asimismo. Cuando Gertrudis tenía diecisiete años, su tía murió de rabia, en condiciones por lo demás bastante misteriosas. Aquel día, un hombre barbudo, vestido a la rusa, había ido a verla. Cuando se marchó, Gertrudis encontró a su tía sumida en un síncope del que no volvió nunca. A fin de evitar un escándalo, se atribuyó aquello a hidrofobia, y la pobre Gertrudis quedó así sola en el mundo.
¿Qué hacer?

Un día que meditaba sobre su suerte, leyó este anuncio:
“Se desea institutriz conociendo el francés, el italiano, el ruso, el rumano, la música y los trabajos de mina. Sueldo, 30 francos al año. Presentarse entre las once y media y las doce menos veinticinco en el número 41 bis, Belgravia Terrace. Condesa de Nosh”.

Gertrudis tenía un carácter vivo y resuelto. No necesitó reflexionar más de media hora para quedar sorprendida por aquella extraordinaria coincidencia entre los conocimientos exigidos y sus propias aptitudes.
Se presentó a la condesa, que la recibió con tanta afabilidad que sintiese súbitamente a disgusto.
-¿Habla usted francés? –preguntó la condesa, haciéndola sentarse en el primer peldaño de la escalera, en el vestíbulo.
-Oh, oui!
-¿E italiano?
-O, sí!
-¿Y alemán?
-Ach ja!
-¿Y ruso?
-Da!
-¿Rumano?
-Yep!

Estupefacta ante aquel extraordinario conocimiento de las lenguas vivas, la condesa la examinó de más cerca. ¿Dónde había visto aquellas facciones? Pasó, meditabunda, su mano por su frente, escupió en el mármol del hall… Y, sin embargo, aquel rostro la desconcertaba.

-Está bien –dijo-. La admito. Mañana irá usted a Nosham Taws y empezará a dar lecciones a los niños. Además, se encargará usted de llevar la correspondencia rusa del conde. Tiene participación en una mina en Tschminsk.
¡Tschminsk! ¿Por qué esta sencilla palabra resonó extrañamente en los oídos de Gertrudis? Porque era el nombre escrito sobre el título del libro de su padre.
¿Qué misterio era aquel?

Al día siguiente, Gertrudis penetró en la avenida del castillo, descendió del cochecito, pasó ante una falange de lacayos con librea, alineados en siete filas, les dio una libra a cada uno, y entró en la morada.
-Sea usted bienvenida –dijo la condesa, ayudándole a subir sus maletas a su habitación.

La muchacha descendió, y fue conducida a la biblioteca. Allí fue presentada al conde que, al contemplarla, manifestó su sorpresa. ¿Dónde había visto aquellas facciones? ¿En las carreras? ¿En el teatro? ¿En el autobús? No. Un trabajo sutil de memoria se efectuó en su cerebro. Se aproximó al armario, extrajo una copa de coñac y se convirtió en el acto en el perfecto gentleman británico. Pero aprovechémonos de que Gertrudis ha ido a la nursery a fin de hacer su conocimiento con los dos niños de cabellos de oro, para dar algunos detalles más sobre el conde y su hijo.

 

Lord Nosh era el tipo acabado de aristócrata y el hombre de Estado inglés. Los años que había pasado como diplomático en Constantinopla, en Petrogrado, en Enghien, le habían prestado un refinamiento especial, mientras que su larga permanencia en Santa Helena, en la isla de la Gran Jatte y en Lisle Adam marcaron su carácter con una sombrosa impasibilidad. Como auxiliar de tesorero de la milicia del condado, había podido apreciar la nobleza de la vida militar, y por su cargo hereditario de chambelán de Calzón dominical, le fue factible entrar en contacto directo con la familia real.
Su pasión por la vida al aire libre le había hecho popular entre sus granjeros. Deportista consumado, sobresalía en cazar mariposas, y en tirar al zorro, al mochuelo y al murciélago.

Su hijo, Lord Ronald, se parecía bastante a él. Desde la niñez había manifestado las más felices disposiciones. En el colegio de Eton se había distinguido en la raqueta y el volante; en Cambridge era el primero de su clase en los trabajos de aguja. Se le designaba ya como el campeón probable de Inglaterra en el juego del chito, lo que, de ser así, no dejaría de asegurarle su elección en el Parlamento.

Y ahora, Gertrudis ya estaba instalada en Nosham Taws.
Los días y las semanas pasaron.
El encanto sencillo de la hermosa huérfana atraía a todos los corazones. Los dos jóvenes alumnos se tornaron esclavos suyos.
-¿Me quieres de verdad? –preguntaba la pequeña Reschellfrida, posando su cabeza dorada en las rodillas de Gertrudis.

Los propios criados la adoraban. El jardinero jefe, antes de que ella se levantase, le llevaba un ramo de magníficas rosas.  El jardinero segundo le ofrecía una guirnalda de coliflores. El tercero le subía un manojo de plantas de espárrago. Hasta el décimo y el undécimo jardinero le daban ramilletes de remolacha o brazadas de heno. Su habitación estaba siempre repleta de jardineros.
Por la noche, el viejo maitre d¨hotel, emocionado por la melancolía de la muchacha, llamaba despacito a su puerta y le ofrendaba un whisky con soda o una cajita de confites. Hasta las criaturas irracionales parecían admirarla a su silenciosa manera. Las cornejas se posaban en su hombro, y todos los perros de la comarca la seguían moviendo la cola.

¿Y Ronald? ¡Ah, Ronald! Pues, sí; se encontraron y se hablaron.
-¡Qué mañana más triste! –dijo Gertrudis.
-¡Desagradable! –respondió Ronald-. ¡Muy desagradable!
Esta palabra había resonado todo el día en los oídos de Gertrudis como una música encantadora.

Después de aquella conversación se vieron con frecuencia.  Jugaban al tenis o al marro durante el día. Por la noche, conforme al severo reglamento del castillo, se sentaban cerca del conde y la condesa y jugaban un modesto póker de cinco reales. Más tarde se reclinaban en la balaustrada y miraban la luna, que flotaba en el horizonte.

Gertrudis tardó en darse cuenta de que Ronald sentía por ella más inclinación que por el marro. A veces, en presencia suya, sobre todo tras la cena, caía en accesos de profunda meditación. Una noche, cuando Gertrudis se había retirado a su cuarto y comenzaba a desnudarse, vislumbró el rostro de Ronald. Estaba abajo, sentado en un montón de piñas, y su faz, vuelta hacia el cielo, tornábase de una palidez horrible.
Los días siguieron transcurriendo. La vida en Nosham Taws se deslizaba como de ordinario en un castillo inglés. A las siete, un toque de gong anunciaba el despertar. A las ocho, tocaban la trompa para desayunar. A las ocho y media, un toque de silbato invitaba a la oración. A la una, una bandera, izada a medias, significaba que el almuerzo estaba servido. A las cuatro, un cañonazo daba la señal del té. A las nueve, al primer toque de campana, se vestían. A las nueve y cuarto, al segundo toque de campana, continuaban vistiéndose. Y a las nueve y media se lanzaba un cohete al cielo para anunciar la cena. A medianoche, la sirena avisaba que la comida había concluido, y a la una de la madrugada, un último carrillón invitaba a los criados a la oración nocturna.

El plazo de un mes concedido por el conde transcurrió. Era el 15 de julio. Dentro de uno o dos días sería 17 y muy poco después, 18. A veces, el conde encontraba a Ronald en el hall y le decía severamente:
-Supongo que no lo habrás olvidado… tu consentimiento, o te desheredo.

Por desgracia, los sentimientos del conde respecto a Gertrudis ponían una gota de amargura en la copa de la felicidad de la muchacha. Por motivos desconocidos, el conde demostrábale señales de la más viva antipatía. Un día que paseaba ante la puerta abierta de la biblioteca, le arrojó un diccionario a la cabeza. Otro día, en que almorzaban solos, la había golpeado bruscamente en la cara con su cucharilla de helado.
Las funciones de Gertrudis, entre otras, eran traducir la correspondencia rusa del conde. Pero en vano ella trataba de aclarar aquel misterio.
Un día trajeron al conde un telegrama ruso. Gertrudis lo tradujo en voz alta.
“Touchmolsky ha ido a ver a la mujer. Ella ha muerto.”

Luego, en tanto que el conde partía para una cacería de murciélagos, ojeó su correspondencia. Movíala un sentimiento de delicadeza muy femenino.
Y de pronto encontró la llave del misterio. Lord Nosh no era el legítimo dueño del castillo. Su primo lejano, el verdadero heredero, había muerto en la cárcel rusa, a donde le condujeron las maquinaciones del conde cuando era embajador en Tschminok. La hija de su primo era la verdadera propietaria de Nosham Taws.

La historia de la familia exhibíase allí ante sus ojos. Sólo faltaba el nombre de Gertrudis. ¡Oh extravagancia del corazón femenino! ¿Creéis que Gertrudis odió al conde? No. Su triste suerte habíala enseñado la conmiseración. Y, sin embargo, el misterio duraba. ¿Por qué el conde se estremecía visiblemente cada vez que la miraba? A veces enrojecía cuatro o cinco centímetros, de suerte que se adivinaba claramente el trastorno de su alma. En estos casos apresurábase a absorber un vaso de ron y de agua de Vichy, e instantáneamente volvía a ser el perfecto gentleman británico.

Pero el desenlace se aproximaba.
Gertrudis no lo olvidó jamás.


Hubo un gran baile en el castillo. Todos los vecinos habían sido invitados. El corazón de Gertrudis latía muy fuerte, mientras la joven registraba su armario para buscar un traje digno de su querido Ronald. Porque, como se sabe, era muy pobre. Pero el gusto innato de la toilette que había heredado de su madre francesa, le sirvió en esta ocasión. Adornó sus cabellos con una rosa de papel matamoscas y se confeccionó con algunos periódicos viejos y la tela de un paraguas, un traje que podía lucirse en las galas de la Corte. Anudó alrededor de su cintura un trozo de bramante y colgó de su oreja un cabo de puntilla antigua que había pertenecido a su madre.
Gertrudis fue el punto de mira de todos los ojos. Marchando ligera a los sones rítmicos de la música, parecía el símbolo de la más pura inocencia, y nadie podía contemplarla sin sumirse en un profundo éxtasis.
El baile estaba en su apogeo; Ronald y Gertrudis, en un rincón del jardín, se miraban sin decir palabras.
-Gertrudis –exclamó él, de súbito-, la amo.
Frase muy simple y que sin embargo emocionó a la joven hasta las más íntimas fibras de su traje.
-¡Ronald! –respondió, arrojándose a su cuello.
Poco después apareció el conde detrás de ellos, recortándose en el claro de la luna; su rostro severo y el plastón de su camisa estaban alterados por la indignación.
-Así, pues –dijo, dirigiéndose a Ronald -, ¿has hecho tu elección?
-En efecto –replicó el joven con altivez.
-¿Prefieres casarte con esta muchacha pobre, a hacerlo con la heredera que te he elegido?
Gertrudis, estupefacta, miró al padre y al hijo.
-Sí –dijo Ronald.
-Pues bien, sea –exclamó el conde, sacando repentinamente una botellita de gin que llevaba siempre consigo. Y, recobrando instantáneamente su calma, añadió:
-Te desheredo. Abandona este lugar y no vuelvas nunca.
-Ven, Gertrudis, -murmuró Ronald amorosamente-. Vámonos juntos.


Gertrudis se irguió entre los dos. La rosa de papel matamoscas se había desprendido de su cabeza. El encaje cayó de su oreja y el bramante se desató de su cintura. Los periódicos se habían arrugado lastimosamente. Pero, a pesar del desorden de su atavío, era dueña de sí misma.
-¡Nunca! –declaró con firmeza-. ¡Ronald, usted no hará ese sacrificio por mí!
Después, volviéndose hacia el conde, agregó con un tono glacial:
-Señor, mi orgullo es tan grande como el suyo. La hija de Metscknikoff Mac Figgin no necesita favores de nadie.
El conde se estremeció. “¡Este nombre! ¡Este rostro! ¡Esta fotografía!” Pero es inútil continuar. Mis lectores lo han adivinado hace mucho tiempo. Gertrudis era la heredera del conde de Nosh. Los dos enamorados cayeron el uno en brazos del otro, mientras que el rostro orgulloso del conde se humanizó al cabo.
-¡Dios la bendiga! –dijo.

La condesa y sus huéspedes acudieron al jardín y el día naciente iluminó con sus resplandores malva el encanto anacreóntico de aquella escena emocionante.

Gertrudis y Ronald se casaron. ¿Habrá que decir más? Añadamos sencillamente que el conde murió en una cacería de murciélagos; que la condesa fue aniquilada por un rayo; que los dos niños cayeron en un pozo, y que, la dicha de Gertrudis y Ronald fue completa.

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Stephen Leacock. Nació en Swanmore, Hampshire (Inglaterra) en 1869. A los seis años se mudo a Canadá. Vivió en Toronto, Chicago (donde obtuvo un doctorado en economía y ciencias políticas), y posteriormente en Montreal. Aunque publicó muchos trabajos de carácter político es mas conocido como escritor y humorista. Murió en  1944

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miércoles, 19 de octubre de 2011

Por qué los Colombianos somos pobres

Este es un video que me encontre en la red.


vale la pena verlo.





Esta presentación hizo parte del programa La Línea, del canal Televida de Medellín, que recibió en 2011 el Premio Internacional de Periodismo Rey de España.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Día de la Raza. Cristóbal Colon versus Zheng He.

Hace un año publiqué algunas curiosidades sobre los viajes de Cristóbal Colón.   (ver Descubrimientos sobre el descubrimiento de América haciendo Click aquí).

Hoy es el día de la raza o día del descubrimiento de América como se decía cuando yo era niño.   El 12 de octubre de 1492 Cristóbal Colón (Cristóforo Colombo) llegó a tierras americanas.

Sin embargo nuevos descubrimientos han dado nuevas luces sobre "los otros" descubridores.  Esta semana les quiero hablar de Zheng He.

El navegante chino Zheng He estuvo en  América entre 1405 y 1418.    De hecho, existe un mapa de 1763 que según se dice,  es una copia del mapa original de 1418.  

El mapa en cuestión fue comprado en 2001 por un coleccionista (Liu Gang )  quien lo  hizo analizar  por cinco coleccionistas experimentados quienes estuvieron de acuerdo en la antigüedad del mismo.  (del mapa, por supuesto).

Mapa elaborado en 1763.  Presunta copia
de un mapa hecho por los chinos en 1418.
Incluso se habla de que en 1425 ya se conocían en Europa algunos de los mapas de América elaborados por los chinos.   Se cree que no solo Colón tenia en su poder algunos de estos mapas sino también Magallanes y Vasco Da Gama.

Gavis Menzies, un excomandante británico de submarinos  e historiador aficionado afirma   en su libro "1421:   El año en que China descubrió el mundo."   que los chinos llegaron al nuevo continente 70 años que Colón.     

Zheng He fue un navegante chino de cuna humilde que fue escalando posiciones dentro del gobierno chino.  No tuvo descendencia por ser eunuco.      Hizo múltiples viajes de la flota china bajo el servicio del emperador Zhu Di.      Es sus viajes   visitó las islas Maldivas, Sri Lanka, Calcuta, Ormuz y la costa africana hasta Mogadiscio en Somalia.

Menzies, afirma que en uno de sus viajes, Zheng He rodeó el Cabo de Buenas Esperanza, llegó hasta Cabo Verde, atravesó el Atlántico, rodeó toda América  haciendo escala en Brasil y en las Malvinas, y se internó en el Antártico. En este punto la flota se dividió. Mientras algunos juncos volvían a China por el Índico, el resto atravesó el estrecho de Magallanes para llegar a las costas de América Central y atravesar el Pacífico de vuelta a China.
Según el autor británico, el hecho de que el emperador chino Zhu Di fuera xenófobo llevó a que desaparecieran todos los registros de dicho viaje.  

De acuerdo con dicha hipótesis, los chinos estuvieron en todo el continente.   Los detractores dicen que si los chinos hubieran llegado a América, se encontrarían restos de la cultura china en América.     Los que apoyan la hipótesis del descubrimiento chino aducen que los chinos, a diferencia de otros pueblos,  no son colonizadores.   No suelen tratar de imponer su cultura a los sitios donde llegan.   Lo cierto es que hay evidencias de que cuando los europeos llegaron a América ya había en centroamerica pueblos que cultivaban el arroz, y se han encontrado algunas piezas de porcelada que hacen pensar en un origen chino.   

Hay que tener en cuenta que en el siglo XV, la ingeniería naval china era la mas avanzada del mundo.  Los juncos (naves chinas) eras mas grandes y resistentes de los barcos europeos.  Contaban con timones fenestrados que hacían mas facil su maniobrabilidad y tenían avances técnicos mas adecuados para impedir hundimientos.   Algunos dicen que sus navíos eran muy superiores a las naves de los portugueses y españoles.

Hasta ahora no hay pruebas contundentes que confirmen o refuten con certeza el descubrimiento de América por parte de los chinos.  

Por ahora tocará esperar para ver que tiene Clío  reservado para los futuros libros de historia. 

Hasta la próxima.

jueves, 6 de octubre de 2011

A good Jobs. In Memoriam.

La víspera de que muriera Steve Jobs encontré una  fotografía en la Internet en la cual Jobs dialogaba con Bill Gates.    En los globos sobrepuestos,  el diálogo se desarrollaba mas o menos así. (estaban en ingles.)

Bill Gates :    Ayer fui a un banco a hablar sobre un préstamo.
Steve Jobs:  ¿Como así ?  ¿Necesitas un préstamo ?
Bill Gates:   No.  Yo no... El Banco.....

Al día siguiente me entere de la muerte de Jobs. 

Aunque tengo de aceptar que no soy  un "Apple-nómano",   he admirado mucho el  trabajo de Steve Jobs.  Aunque no tengas un Macintosh, un iPod, un Ipad, o un Iphone, por lo menos has visto alguna de las películas de Pixar.   (Cuando mis hijos estaban pequeños vi por lo menos unas 30 veces Toy Story 2. ).

Hoy un amigo me ha enviado la transcripción de  un discurso de Steve Jobs pronunciado en la Universidad de Stanford.  

Lo trascribo a continuación.   Este es mi homenaje

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5-Oct-2011
Me siento honrado de estar con ustedes hoy en su ceremonia de graduación en una de las mejores universidades del mundo. Yo nunca me gradué de una universidad. La verdad sea dicha, esto es lo más cerca que he estado de una graduación. Hoy deseo contarles tres historias de mi vida. Eso es. No es gran cosa. Sólo tres historias.
La primera historia se trata de conectar los puntos. Me retiré del Reed College después de los primeros 6 meses y seguí yendo de modo intermitente otros 18 meses o más antes de renunciar de verdad. Entonces ¿por qué me retiré?
Comenzó antes de que yo naciera. Mi madre biológica era joven, estudiante de universidad graduada, soltera, y decidió darme en adopción. Ella creía firmemente que debía ser adoptado por estudiantes graduados. Por lo tanto, todo estaba arreglado para que apenas naciera fuera adoptado por un abogado y su esposa; salvo que cuando nací, decidieron en el último minuto que en realidad deseaban una niña. De ese modo, mis padres que estaban en lista de espera, recibieron una llamada en medio de la noche preguntándoles: “Tenemos un niño no deseado; ¿lo quieren?”. Ellos dijeron “Por supuesto”.
Posteriormente, mi madre biológica se enteró que mi madre nunca se había graduado de una universidad y que mi padre nunca se había graduado de la enseñanza media. Se negó a firmar los papeles de adopción definitivos. Sólo cambió de parecer unos meses más tarde cuando mis padres prometieron que algún día yo iría a la universidad.
Luego a los 17 años fui a la universidad. Sin embargo, ingenuamente elegí una universidad casi tan cara como Stanford y todos los ahorros de mis padres de clase obrera fueron gastados en mí matrícula. Después de 6 meses yo no era capaz de apreciar el valor de lo anterior. No tenía idea de lo que quería hacer con mi vida y no tenía idea de la manera en que la universidad me iba a ayudar a deducirlo. Y aquí estaba yo, gastando todo el dinero que mis padres habían ahorrado durante toda su vida. Así que decidí retirarme y confiar en que todo iba a resultar bien. Fue bastante aterrador en ese momento, pero mirando hacia atrás fue una de las mejores decisiones que tomé. Apenas me retiré, pude dejar de asistir a las clases obligatorias que no me interesaban y comencé a asistir irregularmente a las que se veían interesantes.
No todo fue romántico. No tenía dormitorio, dormía en el piso de los dormitorios de amigos, llevaba botellas de Coca Cola a los depósitos de 5 centavos para comprar comida y caminaba 11 kilómetros, cruzando la ciudad todos los domingos en la noche para conseguir una buena comida a la semana en el templo Hare Krishna. Me encantaba. La mayor parte de las cosas con que tropecé siguiendo mi curiosidad e intuición resultaron ser inestimables posteriormente. Les doy un ejemplo: en ese tiempo Reed College ofrecía quizás la mejor instrucción en caligrafía del país. Todos los afiches, todas las etiquetas de todos los cajones estaban bellamente escritos en caligrafía a mano en todo el campus. Debido a que me había retirado y no tenía que asistir a las clases normales, decidí tomar una clase de caligrafía para aprender. Aprendí de los tipos serif y san serif, de la variación de la cantidad de espacio entre las distintas combinaciones de letras, de lo que hace que la gran tipografía sea lo que es. Fue hermoso, histórico, artísticamente sutil de una manera en que la ciencia no logra capturar, y lo encontré fascinante.
Nada de esto tenía incluso una esperanza de aplicación práctica en mi vida. No obstante, diez años después, cuando estaba diseñando la primera computadora Macintosh, todo tuvo sentido para mí. Y todo lo diseñamos en la Mac. Fue la primera computadora con una bella tipografía. Si nunca hubiera asistido a ese único curso en la universidad, la Mac nunca habría tenido tipos múltiples o fuentes proporcionalmente espaciadas. Además, puesto que Windows sólo copió la Mac, es probable que ninguna computadora personal la tendría. Si nunca me hubiera retirado, nunca habría asistido a esa clase de caligrafía, y las computadoras personales no tendrían la maravillosa tipografía que tienen. Por supuesto era imposible conectar los puntos mirando hacia el futuro cuando estaba en la universidad. Sin embargo, fue muy, muy claro mirando hacia el pasado diez años después.
Reitero, no pueden conectar los puntos mirando hacia el futuro; solamente pueden conectarlos mirando hacia el pasado. Por lo tanto, tienen que confiar en que los puntos de alguna manera se conectarán en su futuro. Tienen que confiar en algo – su instinto, su destino, su vida, su karma, lo que sea. Esta perspectiva nunca me ha decepcionado, y ha hecho la diferencia en mi vida.
La segunda historia es sobre amor y pérdida Yo fui afortunado – descubrí lo que amaba hacer temprano en la vida. Woz y yo comenzamos Apple en el garage de mis padres cuando tenía 20 años. Trabajamos duro y en 10 años Apple había crecido a partir de nosotros dos en un garage, transformándose en una compañía de US$2 mil millones con más de 4.000 empleados. Recién habíamos presentado nuestra más grandiosa creación – la Macintosh – un año antes y yo recién había cumplido los 30. Y luego me despidieron. ¿Cómo te pueden despedir de una compañía que comenzaste? Bien, debido al crecimiento de Apple contratamos a alguien que pensé que era muy talentoso para dirigir la compañía conmigo, los primeros años las cosas marcharon bien. Sin embargo, nuestras visiones del futuro empezaron a desviarse y finalmente tuvimos un tropiezo. Cuando ocurrió, la Junta del Directorio lo respaldó a él. De ese modo a los 30 años estaba afuera. Y muy publicitadamente fuera. Había desaparecido aquello que había sido el centro de toda mi vida adulta, fue devastador.
Por unos cuantos meses, realmente no supe qué hacer. Sentía que había decepcionado a la generación anterior de empresarios – que había dejado caer el testimonio cuando me lo estaban pasando. Me encontré con David Packard y Bob Noyce e intenté disculparme por haberlo echado a perder tan estrepitosamente. Fue un absoluto fracaso público e incluso pensaba en alejarme del valle. No obstante, lentamente comencé a entender algo – Yo todavía amaba lo que hacía. El revés ocurrido con Apple no había cambiado eso ni un milímetro. Había sido rechazado, pero seguía enamorado. Y así decidí comenzar de nuevo.
En ese entonces no lo entendí, pero sucedió que ser despedido de Apple fue lo mejor que podía haberme pasado. La pesadez de ser exitoso fue reemplazada por la liviandad de ser un principiante otra vez, menos seguro de todo. Me liberó para entrar en uno de las etapas más creativas de mi vida. Durante los siguientes cinco años, comencé una compañía llamada NeXT, otra compañía llamada Pixar, y me enamoré de una asombrosa mujer que se convirtió en mi esposa. Pixar continuó y creó la primera película en el mundo animada por computadora, Toy Story, y ahora es el estudio de animación más exitoso a nivel mundial. En un notable giro de los hechos, Apple compró NeXT, regresé a Apple y la tecnología que desarrollamos en NeXT constituye el corazón del actual renacimiento de Apple. Además, con Laurene tenemos una maravillosa familia. Estoy muy seguro de que nada de esto habría sucedido si no me hubiesen despedido de Apple. Fue una amarga medicina, pero creo que el paciente la necesitaba. En ocasiones la vida te golpea con un ladrillo en la cabeza. No pierdan la fe. Estoy convencido que lo único que me permitió seguir fue que yo amaba lo que hacía. Tienen que encontrar eso que aman. Y eso es tan válido para su trabajo como para sus amores. Su trabajo va a llenar gran parte de sus vidas y la única manera de sentirse realmente satisfecho es hacer aquello que creen es un gran trabajo. Y la única forma de hacer un gran trabajo es amando lo que hacen. Si todavía no lo han encontrado, sigan buscando. No se detengan. Al igual que con los asuntos del corazón, sabrán cuando lo encuentren. Y al igual que cualquier relación importante, mejora con el paso de los años. Así que sigan buscando hasta que lo encuentren. No se detengan.
La tercera historia es sobre la muerte. Cuando tenía 17 años, leí una cita que decía algo parecido a “Si vives cada día como si fuera el último, es muy probable que algún día hagas lo correcto”. A mí me impresionó y desde entonces, durante los últimos 33 años, me miro al espejo todas las mañanas y me pregunto: “Si hoy fuera en último día de mi ida, ¿querría hacer lo que estoy a punto de hacer hoy?” Y cada vez que la respuesta ha sido “No” por varios días seguidos, sé que necesito cambiar algo.
Recordar que moriré pronto constituye la herramienta más importante que he encontrado para ayudarme a decidir las grandes elecciones de mi vida. Porque casi todo –todas las expectativas externas, todo el orgullo, todo el temor a la vergüenza o al fracaso –todo eso desaparece a las puertas de la muerte, quedando solamente aquello que es realmente importante. Recordar que van a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienen algo que perder. Ya están desnudos. No hay ninguna razón para no seguir a su corazón.
Casi un año atrás me diagnosticaron cáncer. Me hicieron un scanner a las 7:30 de la mañana y claramente mostraba un tumor en el páncreas. Yo ni sabía lo que era el páncreas.
Los doctores me dijeron que era muy probable que fuera un tipo de cáncer incurable y que mis expectativas de vida no superarían los tres a seis meses. Mi doctor me aconsejó irme a casa y arreglar mis asuntos, que es el código médico para prepararte para la muerte.
Significa intentar decirle a tus hijos todo lo que pensabas decirles en los próximos 10 años, decirlo en unos pocos meses. Significa asegurarte que todo esté finiquitado de modo que sea lo más sencillo posible para tu familia. Significa despedirte.
Viví con ese diagnóstico todo el día. Luego al atardecer me hicieron una biopsia en que introdujeron un endoscopio por mi garganta, a través del estómago y mis intestinos, pincharon con una aguja mi páncreas y extrajeron unas pocas células del tumor. Estaba sedado, pero mi esposa, que estaba allí, me contó que cuando examinaron las células en el microscopio, los doctores empezaron a llorar porque descubrieron que era una forma muy rara de cáncer pancreático, curable con cirugía. Me operaron y ahora estoy bien. Fue lo más cercano que he estado a la muerte y espero que sea lo más cercano por unas cuantas décadas más. Al haber vivido esa experiencia, puedo contarla con un poco más de certeza que cuando la muerte era un útil pero puramente intelectual concepto:
Nadie quiere morir. Incluso la gente que quiere ir al cielo, no quiere morir para llegar allá. La muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado de ella. Y es como debe ser porque la Muerte es muy probable que sea la mejor invención de la Vida. Es el agente de cambio de la Vida. Elimina lo viejo para dejar paso a lo nuevo. Ahora mismo, ustedes son lo nuevo, pero algún día, no muy lejano, gradualmente ustedes serán viejos y serán eliminados. Lamento ser tan trágico, pero es muy cierto.
Su tiempo tiene límite, así que no lo pierdan viviendo la vida de otra persona. No se dejen atrapar por dogmas – es decir, vivir con los resultados del pensamiento de otras personas. No permitan que el ruido de las opiniones ajenas silencien su propia voz interior. Y más importante todavía, tengan el valor de seguir su corazón e intuición, que de alguna manera ya saben lo que realmente quieren llegar a ser. Todo lo demás es secundario.
Cuando era joven, había una asombrosa publicación llamada The Whole Earth Catalog, que era una de las biblias de mi generación. Fue creada por un tipo llamado Steward Brand no muy lejos de aquí en Menlo Park, y la creó con un toque poético. Fue a fines de los 60, antes de las computadoras personales y de la edición mediante microcomputadoras, por lo tanto, en su totalidad estaba editada usando máquinas de escribir, tijeras y cámaras polaroid. Era un tipo de Google en formato de edición económica, 35 años antes de que apareciera Google: era idealista y rebosante de hermosas herramientas y grandes conceptos.
Steward y su equipo publicaron varias ediciones del The Whole Earth Catalog, y luego cuando seguía su curso normal, publicaron la última edición. Fue a mediados de los 70 y yo tenía la edad de ustedes. En la tapa trasera de la última edición, había una fotografía de una carretera en el campo temprano en la mañana, similar a una en que estarían haciendo dedo si fueran así de aventureros. Debajo de la foto decía: “Manténganse hambrientos.
Manténganse descabellados”. Fue su mensaje de despedida al finalizar. Manténganse hambrientos. Manténganse descabellados. Siempre he deseado eso para mí. Y ahora, cuando se gradúan para empezar de nuevo, es lo que deseo para ustedes.
Permanezcan hambrientos. Permanezcan descabellados.
Muchas gracias.
*Discurso que Steve Jobs, ex CEO de Apple Computer y de Pixar Animation Studios, dictó el 12 de Junio de 2005 en la ceremonia de graduación de la Universidad de Stanford.

STEVE JOBS
1955-2011

miércoles, 5 de octubre de 2011

San Francisco de Asis y la oración por la paz.

Pensando en un tema para esta semana  caí en la cuenta de que el 4 de octubre se conmemora el día de San Francisco de Asis. 

Automáticamente pensé en traerles como regalo la Oración de la Paz, atribuida al santo.


Pues bien,  cuando fui a buscar la conocida oración descubrí una cosa que pocos saben. Al parecer su autoría no fue de San Francisco. Según la Wikipedia, un académico francés de nombre Christian Renoux, siguió la pista a dicha oración y descubrió que su primera publicación (como poema anónimo) se remontaba a diciembre de 1912, en una revista católica francesa.  

Dicha publicación había sido fundada en octubre de 1901 por el sacerdote  y periodista Auguste Bouquerel (1855-1923). Renoux llama la atención sobre el hecho de que Bouquerel puede ser su autor.

En la Wikipedia hay un interesante recuento de la historia conocida de dicha oración. La pueden consultar haciendo click aqui.

El texto de la oración dice así.


Señor, haz me un instrumento de tu paz
donde haya odio, que yo lleve el amor,
donde haya ofensa, que yo lleve el perdón,
donde haya discordia, que yo lleve la unión,
donde haya duda, que yo lleve la fe,
donde haya error, que yo lleve la verdad,
donde haya desesperación, que yo lleve la esperanza,
donde haya tristeza, que yo lleve la alegría,
donde haya tiniebla, que yo lleve la luz.
Oh, maestro, haz que yo nunca busque
ser consolado, sino consolar,
ser comprendido, sino comprender,
ser amado, sino yo amar.
Porque es dando como se recibe,
es perdonando, como se es perdonado,
y muriendo se resucita a la vida eterna.

Sin embargo, a pesar de haberse desvelado el mito, creo que dicha oración resume muy bien el pensamiento de San Francisco.  

Francisco de Asis (Francesco d' Assisi) nació en Asís (Italia) el 5 de julio de 1182 y murió en en la misma ciudad el 3 de octubre de 1226.   

Era hijo de un rico comerciante, pero en su juventud decidió abandonar todas sus riquezas para vivir en la más estricta pobreza. Fue el fundador de la Orden Franciscana y de la orden de las hermanas de Santa Clara (Mas conocidas como las hermanas Clarisas). Rápidamente sus enseñanzas se fueron dando a conocer por Europa y atrajo muchos seguidores. Viajó a Egipto y a otros sitios de Asia tratando de convertir a los musulmanes al cristianismo.  

San Francisco creía que se debía vivir de forma simple y sin apegarse a los bienes materiales, en armonía con la naturaleza. Algunos seguidores confundieron sus enseñanzas y generaron disturbios porque atacaban a los ricos por considerarlos que no seguían las enseñanzas de Jesús. Hay que entender que era la edad media y había una gran lucha de poderes. Algunas sectas como los fraticcelli mendicanti incluso llegaron a ser perseguidos por la inquisición por considerarse herejes. Se les acusaba de asesinar a los obispos y sacerdote ricos que no querían seguir el voto de pobreza. Ello ocurría en plena edad media, cuando la iglesia aumentaba su poder económico y hacía ostentación de riqueza en medio de una gran pobreza de toda la población. Dicha situación es ampliamente expuesta en la novela de Umberto Eco "El nombre de la Rosa".

San Francisco, por supuesto estaba en contra de toda violencia, y varias veces tuvo que comparecer ante el papa para explicar que su orden franciscana predicaba el amor.  

San Francisco fue el primer caso conocido en la historia en recibir los estigmas de Cristo. Es decir, las señales externas de la crucifixión. Fue canonizado en 1228 y su festividad se celebra el 4 de octubre.

Si quieres saber más de Francisco te recomiendo consultar su biografía haciendo click en el este enlace.

Hay muchas historias en torno a San Francisco.  Una de ellas es la de El Hermano Sol y la hermana Luna. Otra historia, quizá la más conocida es la del Hermano Lobo... pero esas leyendas las dejaremos para otra semana quizás.

Hasta la vista.... y sean instrumentos de paz. 

Fuentes: 
  • Wikipedia.  La oración por la Paz.    San francisco de Asis.  
  • Umberto Eco.  El Nombre de la Rosa.